Nueva vuelta de tuerca en lo que a aplicaciones curiosas de los drones se refiere. El binomio drones y nieve ya ha dado de que hablar y parece que va a seguir haciéndolo. Esta vez, además, se nos presenta bajo la etiqueta de nuevo deporte. Ahí es nada. Locos como estamos por encontrar nuevos deportes o por ser los más originales del lugar, hay quien se apresura a inmortalizar cualquier cosa en un vídeo.
Parece que se le ha ocurrido a un ciudadano ruso, pero podía habérsele ocurrido a cualquier otro padre dispuesto a convertirse en protagonista por un día. O mejor, por convertir en protagonista a la infantil criatura. Lo mismo cabría decir del “etiquetador oficial” que no ha perdido el tiempo en llamar a “este nuevo deporte” como drone-boarding. De aquí al drone-cycling o al drone-skating median un par de fines de semana sin “partidos del siglo”.
Si desde estas páginas vemos con enorme curiosidad algunas de las corrientes emergentes del “fenómeno dron”, como es el caso del FPV drone-racing y siempre de la mano de profesionales conocedores de los riesgos que entraña la utilización de un dron a toda velocidad, no podemos dejar de llamar la atención ante los usos de los drones que naciendo en lo ingenioso, rozan el absurdo y pueden llegar a general situaciones indeseables.
Y es que a cada uso ingenioso casi siempre se puede contraponer su cruz en forma de accidente o, como poco, de susto. Lo hemos dicho por activa y por pasiva. Los drones no son un juguete más por muy divertido que sea su uso. Sin entrar a analizar cuestiones estrictamente técnicas o de certificación (¿cuántos de los drones que están en el mercado cumplen con la normativa?), usar un dron como un divertimento por las buenas, lo único que evidencia es poca cabeza y un rotundo desconocimiento del término riesgo y de sus dos acompañantes: la severidad y la probabilidad. ¿Y para cuándo la responsabilidad?.