Drones biodegradables que hacen mucho más que no contaminar

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Un efecto secundario de la aún excesiva propensión de los drones a estrellarse es que permite saber que su dueño ha estado vigilando una determinada zona. Otro es que puede contaminar zonas ecológicamente sensibles con sus desechos de plástico y metal. Pero… ¿y si el dron fuera biodegradable y en muy poco tiempo la mayor parte de la estructura del mismo se hubiera convertido en poco más que una mancha pegajosa en el suelo?

Esa misma pregunta se hicieron varios investigadores de Stanford y de la NASA, lo que permitió que a principios del pasado mes de noviembre de 2014, tuviera lugar el vuelo inaugural del primer drone compuesto fundamentalmente de materiales biológicos.

El chasis del mismo está compuesto por micelios (la ‘raíz’ de las setas y otros hongos) cultivados en un molde a medida en laboratorio por la compañía Ecovative Design, que ya a día de hoy está usando este material como alternativa verde para la fabricación de embalajes y tablas de surf. Posteriormente, esa estructura se recubre con hojas de celulosa con un cultivo de bacterias y un recubrimiento de la misma proteína que las avispas usan para impermeabilizar sus nidos. A nadie se le escapa que el resultado final tiene un curioso e indudable parecido a un cartón de huevos.

Una vez pronuncias la palabra ‘drone’, la gente piensa en connotaciones siniestras, pero no es eso por lo que estamos haciendo todo esto.

Existen, obviamente, varios elementos como las hélices, los motores y los controles que no son biodegradables, pues han sido extraídos de un UAV de factura comercial. Como aclara Raman Nelakanti, uno de los miembros del equipo de investigadores, no es realista plantearse la sustitución del motor por un equivalente biodegradable, pero los científicos están trabajando para lograrlo en breve con las hélices.

Joseph Shih, profesor de bioingeniería en la Universidad de Stanford y asesor del equipo, sostiene que el prototipo actual se descompondría lentamente durante unos meses, aunque recuerda que están trabajando en el desarrollo de un “sistema de biodegradación activo” que completaría la tarea en tan sólo cuatro días.

“Una vez pronuncias la palabra ‘dron’, la gente piensa en connotaciones siniestras, pero no es eso por lo que estamos haciendo todo esto”, recuerda Lynn Rothschild, científico jefe de biología sintética en el Centro de Investigación Ames de la NASA. Según el equipo de investigadores, este vehículo aéreo no tripulado podría ser enviado a zonas y situaciones que pudieran poner en peligro su integridad -como incendios forestales o accidentes nucleares-, enviar los datos pertinentes y quedarse allí esperando pacientemente su degradación.

La biología sintética es un campo que evoluciona rápidamente, y podría no conformarse con mandar drones biodegradables a escenarios como Fukushima: algunos investigadores sueñan ya con enviarlos a misiones cartográficas espaciales. A la superficie marciana.

“La NASA está interesada en llevar cosas al espacio, pero a mayor masa, mayor coste. Sería más barato de poderlo montar en el propio espacio”, aclara el investigador de la Universidad de Stanford Ario Sorayya. Su compañera Lynn Rothschild completa el argumento: “De alguna forma, que haya biodegradación no es tan importante en este caso como la bio-producción”.

Medioambiente

Sobre el autor

Marcos Merino

Redactor freelance. Escribo sobre ciencia, tecnología y marketing en @TICbeat. // Wordpress Maker. // Aprendiz de antropólogo. // Animal cívico.