Ha ocurrido recientemente en Victoria, Canadá. Según informa un medio de comunicación local uno de los candidatos de las elecciones federales ha decidido emplear un dron para desplegar sus carteles electorales, en concreto, junto a una autopista. En principio todo parece acorde con la ley, de hecho, el partido de la candidata conservadora Shari Lukens ha contratado a un piloto profesional y nadie parece haberse saltado la normativa, sin embargo han surgido las primeras voces de protesta.
Por un lado están los que no les gusta ser objeto de “acoso publicitario” cuando se encuentran circulando (o en un atasco) y no tienen opción de “zappear” y cambiar de canal. Lo consideran, estemos de acuerdo o no, una limitación a su libertad de elección. Por otro, están los que se preocupan por la seguridad, entre otros, la policía. Al parecer no se han tenido en cuenta las reacciones de los conductores cuando, al volante, se ven acosados por un objeto volador y el riesgo de accidentes aumenta.
Pongamos que no hablamos de Canadá y que lo hacemos de España. En breve estaremos en campaña electoral y, por qué no, a cualquiera de los contendientes puede resultarle interesante utilizar drones para animar la campaña. ¿Se puede?. A priori no, pero seguro hay quien opina que los límites están para saltárselos cuando se persigue notoriedad a toda costa.
Otro ejemplo de cómo una ocurrencia peregrina puede afectar seriamente la reputación de un sector. Estamos a tiempo de evitar la politización de los drones.