En los últimos años la industria de los drones en California se ha transformado, en un viraje que la ha llevado desde el ámbito militar al mercado de consumo. Antes había un único comprador para los productos que se fabricaban: el Pentágono. El ejército de Estados Unidos era quien pagaba por dispositivos, de orientación militar, que salían de las plantas de Nortrop Grumman Corporation o de General Atomics Aeronautical Systems.
Hoy en día el mercado de los dones se ha ensanchado, sus usos se han multiplicado y hay más compradores disponibles. Esto ha hecho que hayan nacido nuevas empresas prestas a llenar ese hueco que dejan los gigantes de la aeronáutica militar. Desde la monitorización de oleoductos a la fertilización de cultivos, así hasta llegar a los aficionados que sencillamente quieren un dron como hobby. La demanda de estos dispositivos no deja de crecer.
3D Robotics es una de esas startups que está llenando el vacío existente. Este año espera vender miles de unidades (a 1.000 dólares cada una) tanto en Estados Unidos como en otros países. Es el ejemplo más representativo del nuevo modelo de empresa, radicalmente opuesta a las anteriores, llamada a dominar el sector.
Ahora las empresas nacen en Silicon Valley, están dirigidas por gente del mundo de la tecnología y en su ADN guardan la idiosincrasia que caracteriza a las startups. Así es como la industria aeronáutica está cediendo protagonismo a la tecnológica dentro del sector de los drones. En declaraciones a Los Angeles Times, el CEO de 3D Robotics Chris Anderson apuntaba que lo que hacen tiene que ver más a un smartphone con alas que con un piloto y un avión. Anderson sabe de lo que habla, antes de dirigir la empresa, para lo cual se asoció con la mente creativa del mexicano Jordi Muñoz, era redactor jefe de la revista Wired, que en los últimos años se ocupa de forma intensa del sector tecnológico.
El caso de Anderson ilustra cómo los drones han pasado de ser un producto militar a uno de consumo. El entonces periodista conoció el trabajo de Muñoz y quiso poner su granito de arena para que aquello empezara a funcionar. El granito de arena se fue agrandando y Anderson acabó dejando su trabajo para dedicarse por completo al proyecto, ya convertido en startup.
Esta filosofía de comenzar desde cero, con más entusiasmo que apoyo financiero, es propia de las startups de Silicon Valley.
Imágenes: DTrigger05