Esta semana la cadena británica BBC informaba de un serio accidente en el que un dron aparecía como fatal protagonista: el ojo de un niño de 18 meses fue seccionado por la hélice de un dron cuando el piloto perdió el control de la aeronave y ésta se precipitó hacia la superficie.
En el Reino Unido, al igual que en España, la responsabilidad de garantizar la seguridad de las operaciones recae en su totalidad en el operador. ¿Tranquilizará este hecho a los padres afectados?. Con toda seguridad no. ¿Tomó el operador las debidas precauciones?. A priori nada permite creer que no fuera así. ¿Qué conclusiones cabe extraer al respecto?.
Varias pero una fundamental: que cuando se habla de seguridad se habla de garantizar la seguridad en términos absolutos e innegociables, que en caso de duda no se debe volar y que hay que anticipar todas y cada una de las medidas que permitan eliminar, o en el extremo mitigar, todos y cada uno de los riesgos que puedan acontecer.
A estas alturas sorprende ver como algunos “aficionados” siguen leyendo la normativa del derecho y del revés para auto-convencerse (e intentar persuadir a los demás) de que se puede volar aquí y allá, de que “no hay problema”…. ¿Por qué en este país necesitamos que se nos prohíba, que se nos restrinja, que se nos limite?. ¿Para cuándo “lo de actuar responsablemente”?.
Y si esto es lo que pasa por la cabeza de algunos “aficionados” (incluso con formación de Piloto RPAS) cabe preguntarse qué sabe el gran público de todo esto, de las implicaciones que conlleva pilotar un dron aunque sea como mero pasatiempo, de garantizar la seguridad de las personas y de la propiedad pero también de salvaguardar la privacidad y la intimidad de las personas. Con toda seguridad muy poco.
Ahora que nos encontramos próximos a las Navidades, por favor, seamos responsables. No estamos ante simples juguetes.